El hotel boutique londinense The Zetter ha despertado a la anglófila que dormía en mí. O, mejor dicho, que estaba echando una siesta, porque Inglaterra siempre me ha parecido un gran SÍ.
Pequeño (trece habitaciones), con aroma a madera y lavanda, dickensiano, con un uso excéntrico pero contenido del color -es tan británico, eso- y decenas de libros repartidos por las estancias.
Está en el barrio de Clerkenwell (el Londres de los londinenses) y tiene detalles que me fascinaron: el teléfono de marcaje clásico en las habitaciones, los bordados en las sábanas, botellas de agua caliente de lana para el invierno (!), bocadillos de Halloumi y anchoas a horas intempestivas, y huevos a la escocesa para desayunar.